El mejor invento político de la humanidad es la democracia. Tiene sus defectos, pero como dijo Churchill, es el mejor sistema de gobierno de todos los demás. Y el segundo mejor invento político de la humanidad es la Unión Europea. Puede que tenga más defectos que la democracia porque no es fácil garantizar que los intereses y necesidades de 27 países estén alineados.

Hay mucho margen de mejora en su trabajo. Sin embargo, la UE es casi un milagro: los países vecinos que se destruyeron mutuamente en dos guerras mundiales ahora son socios que intentan trabajar juntos por el bien común. Muchos de ellos utilizan la misma moneda y han eliminado las fronteras.

Si dejamos de lado la lógica de la vida cotidiana y la miramos desde una perspectiva histórica, la Unión Europea es una creación asombrosa que, por extraño que parezca, ha sido una realidad durante décadas que sólo un país quiere. La salida de la UE de Gran Bretaña y muchos de los que votaron por el Brexit se han arrepentido, y hay otros que están llamando a la puerta porque quieren unirse.

Éste es el gran éxito de la UE: existe desde hace muchos años y sus perspectivas no sólo no han disminuido, sino que han aumentado. Y esto seguirá sucediendo, a pesar de las críticas, porque la mayoría de los ciudadanos europeos creen que es mucho mejor dentro que fuera y promover los principios de la Unión: democracia, libertad, paz, derechos humanos, prosperidad y cooperación.

Ahora, cuando faltan poco más de dos semanas para unas nuevas elecciones europeas, lo que está en juego es que estos principios se mantengan y se refuercen porque las fuerzas destructivas aún no han desaparecido de nuestra sociedad.

Los extremos políticos de ambos lados pretenden destruir parcial o totalmente la estructura de una Europa unida, construida en tiempos muy difíciles desde posiciones centrales. Fueron los socialdemócratas, liberales y conservadores quienes construyeron la UE. Fueron los partidos que representaban estas tres ideologías principales y moderadas los que aseguraron la continuidad del proyecto. Y es casi seguro que los resultados de las elecciones del 9 de junio fortalecerán esta alianza.

El hecho de que lo que es posible en Europa y lo que ha funcionado durante décadas no sea posible en España dice poco sobre cómo se gestiona la política en nuestro país. Las tensiones se vuelven extremas, la rotación territorial alimenta la polarización y partes centrales del sistema se ven arrastradas a aguas agitadas, lo que crea tensiones sociales y dificulta que la cooperación se convierta en una ilusión. Por suerte, Bruselas nos protege de nosotros mismos.